¡Oh ánima que ante mí te presentas!
Tu morada es un misterio
en lo más hondo de mi existencia.
Tú que incorpórea tus caderas
contoneabas con sutil destreza
mientras sinuosa bailabas
la danza de la Tierra.
En mis sueños te apareces
sumida en la desgracia,
pordioseas para que haga
lo que a mi consciencia no alcanza.
¿A mi interior le gritas? ¿Pides obediencia?
Lo siento princesa, demasiado tarde.
A mis amos internos los he liberado.
Tú eres la última que queda
en esta prisión etérea
a la que te obstinas en agarrarte.