El resurgir de los dioses

Para poder avanzar en el pensamiento es necesario retroceder en el tiempo.

Los griegos veían a sus deidades en las relaciones que conformaban el mundo. En toda relación existía una fuerza titánica o divina que la hacía posible. Incluso las relaciones domésticas tenían a su diosa protectora. Si la humanidad se atreviese de nuevo a profetizar a las deidades a través de un pensamiento libre, prescindiendo de los códigos de conducta y de los pastores de rebaños, sin duda volvería a encontrarlas en las relaciones que vinculan al universo. ¿De verdad puede considerarse como un avance en el pensamiento la creencia en un dios único y excluyente existente en un mundo extracorpóreo, como si el mundo estuviera formado por una invariable relación vertical de un todo cambiante con un uno permanente y soberano situado en el más allá? ¿Qué explicación podría dar la existencia de un dios extracorpóreo sobre el misterio que se esconde tras las relaciones que conforman el todo? ¿No tuvieron los griegos mayor razón en su mitología que nosotros en nuestra religión? ¿No contradicen todas las religiones jerárquicamente organizadas la realidad de una relación cíclica universal, en la que uno deviene todo y todo termina deviniendo uno? Los profetas religiosos cometieron el error de confundir la cuna con su dios, olvidando que lo verdaderamente titánico se encuentra en las fuerzas naturales que armónicamente impulsan al caótico universo.

Quien cree en el dios de una religión, en realidad está creyendo en el profeta que lo predicó. Mejor sería creer en el profeta de la propia mente que en el de la mente ajena. ¿Qué mejor ofrenda podría dar un creyente a su dios que la plena libertad en su pensamiento? ¿Acaso para ello no habría de darle incluso la libertad de morir? Zaratustra, el último de los profetas, quien a todos es accesible, pues en su morada a todos acepta, jamás predicó la inexistencia de ningún dios, pues de lo contrario no hubiere podido advertir la muerte de Dios, es decir, el final de los dioses artificiosamente modelados por religiones organizadas en torno a codificaciones arcaicas de la moral. Profetizó el fin de la religión como instrumento de dominación de las masas.

Toda creencia que ha sido previamente elegida se encuentra viciada por las preferencias personales del creyente. La creencia libre es aquélla que no es impuesta previa elección, sino simplemente aceptada cuando llega y despedida cuando va, en una continua renovación hacia el conocimiento de la verdad.

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