¿Tú? Tú eres el animal.
¿Y yo? Yo soy Zaratustra, todo lo demás.
Si tú no sabes encontrarme, yo no puedo escucharte.
Si tú no quieres buscarme, yo sólo sé juzgarte.
Cuando tú temes a la vida, yo me pregunto por la espera.
Cuando tú a la muerte niegas, a mí la risa me llega.
¡¿Pero a qué viene tanta sospecha?!
Hermoso animal que te has descubierto,
yo a ti te contengo y tú a mí me consientes.
Divinas son las palabras por permitir expresarnos,
¡pero cuánto mejor escuchamos cuando callamos!
Mucho antes de aprender a hablar ya sabías escuchar.
Vacías quedaron las palabras para los que quisieron olvidar.
El miedo acecha al corazón desprevenido,
pavoroso de su sed, temeroso de su hambre,
vergonzoso de su vientre y desconocedor de su sangre.
Libre aquél que conozca su palma y su ritmo,
que al miedo salude sin necesidad de vino,
dejándose fluir hacia su propio destino.
¡Oh Plutón! Dios del inframundo,
la naturaleza que guarda al sagrado nudo.
En mi corazón te encuentro y te saludo,
y entre pulsaciones a tu silencio me uno.