Caluroso el ritmo de la manada,
inquietante tiembla el aire.
Los siento esconderse en sus casas,
no sea que el mal los alcance.
Cobardes en su corazón no miran
el terror que los agita
siempre peligrando sus vidas.
Peligro que atrae al aventurero,
que con cautela escucha a su miedo,
con pericia mueve su cuerpo
y con astucia le habla sincero
al diablo que lleva dentro.
Celeste es la espada del príncipe escarlata.
Continuamente ofendido el cobarde
malhablada es su contraparte.
Impotente se vuelve ante su hambre,
incapaz de reconocer su imagen.
Desconocedor de su pasión más deseable,
se convierte en un odiado desastre
que compadece a todos sus males.
Compasión y perdón, alabado sea el Señor.
La igualdad consensuada en las mentes esclavas.
Mas celeste es la espada del príncipe escarlata.
A tus dominios me he enfrentado
y en el trono te he encontrado.
Yo rojo, tú negro sobre blanco.
Mi arma me has arrebatado,
de mi cuerpo te has apropiado
y por eso yo te alabo.
Celeste es la espada y el príncipe escarlata.
Perdido para muchos te encuentras,
un oasis en un desierto de miseria.
Ahí donde la compasión no tiene reservas,
ahí donde el miedo no tiene quimeras,
ahí donde la unión es la diferencia,
la lealtad la virtud de la coherencia.
Celeste es la espada que tu presencia delata.
De tu trono te alzaste y hacia mí caminaste.
Diestro con tu arma y zurdo con tu ansia.
Una sonrisa tu mirada mostraba.
A mi cuello tu zurda agarró
y a mi corazón tu diestra atravesó.
Celeste tu espada, tu mano escarlata.
Prisionero de tu seno,
tu carcajada me lanzaste
y a mi vibrante pecho
tu aliento revelaste.
Azul intenso tomó la espada
de la que temeraria la sangre manaba
del bendito príncipe escarlata.