La desvergüenza de los medios de comunicación audiovisual

La gran especialidad de estas compañías no es la divulgación de información, ni el entretenimiento de los televidentes, sino la manipulación emocional en masa.

Los grupos de comunicación audiovisual con cadenas de televisión abiertas al público de ámbito nacional conforman el oligopolio más restrictivo de la competencia en toda España, para cuya entrada se requiere de una licencia concedida directamente por el Consejo de Ministros. Se trata del único mercado español en el que se exige el expreso beneplácito del más poderoso órgano del Estado para poder acceder al mismo. Esto explica cómo es posible que el 50% de los canales de televisión de ámbito nacional se encuentren bajo el dominio de Atresmedia y Mediaset (17 de 34), y que más del 50% de los canales restantes estén controlados por Televisión Española (9 de 17).

La gran especialidad de estas corporaciones no es la divulgación de información, ni el entretenimiento de los televidentes, sino la manipulación emocional en masa. Obsérvese sino el trato que se le da a la desaparición de un niño asesinado, una noticia que para estos grandes grupos mediáticos supone una oportunidad de oro con la que incrementar su audiencia, pues de esta forma aumentan las ya elevadas tarifas que cobran por cada spot publicitario. La explotación de una noticia de esta naturaleza la realizan de modo que, mientras hablan de la muerte de un niño ofreciendo las opiniones más burdas y desinformadas subiendo progresivamente el tono, generando un espectáculo que le ponen a uno los nervios a flor de piel, realizan una o varias pausas publicitarias, tratando de dejar al espectador en un estado de mayor excitación posible, por ser éste el estado en el que será más susceptible de ser convencido para que compre tal o cual producto y contrate cual o tal servicio, induciéndole la mayor de las prisas para que calme su excitación con el consumo de alguno de los maravillosos bienes que ante sus hipnotizados ojos se presentan.

Miren si es fácil la inducción de ideas en las masas, que basta con que el presentador de un programa de televisión repita cada vez que se vaya a la publicidad lo importante que es ésta, para convencerlas de que en ellas recae un importante deber de no cambiar de canal. Precisamente por la facilidad con la que estos medios son capaces de propagar sus ideas con la mera repetición, el Gobierno se ha preocupado de tener un control directo sobre este mercado. A estas alturas, lo más sensato que puede hacer una persona que quiera mantener su cordura es desintonizar todas las cadenas de su televisor. Con internet al alcance de la mano es más que suficiente para estar informados sobre la actualidad.