A nivel del suelo,
con las piernas cruzadas,
los párpados cerrados,
los ojos bien atentos,
con mi mente luchando
por callar las palabras.
El silencio de la noche
a mis oídos alcanza.
Siento la excitación de mis nervios
y el latir acelerado en mi pecho.
La zona frontal de mi cerebro
es un centro donde todo gira.
Percibo el recorrido del aire,
a mi pulmones contraerse y dilatarse,
mas ya no soy yo el que respira.
Me he vuelto un tercero extraño a mi cuerpo
que ajeno a mí continúa su vida.
Abrí los ojos en completa calma
y volví a encontrarme en una mente cuadriculada.
Cuán extraña y lejana la experiencia
de haberme librado, por un momento,
de la temporal existencia.