Subyugado está el león
por la jaula que lo ampara.
Con rugida fuerza
liberarse de su yugo ansía,
deshacerse de esa pesada carga
que en el pasado ignoraba
y que hoy lo inmoviliza.
Busca el modo de destrozar el metal
cuyos colmillos no pueden atravesar
y cuyas garras siquiera pueden arañar.
Anhela el prometido desierto
de oasis vírgenes aun por descubrir
para el ojo inexperto, esa gran incógnita
que su corazón codicia revelar.
Y la lluvia cayó de nuevo,
con los últimos rayos en el horizonte,
que de rosa tiñeron los límites del cielo
escapando de las grisáceas nubes
que ocultaban el firmamento.
Y los vientos soplaron
con fuerza renovada, celebrando
la pronta llegada del invierno,
profetizando el nacimiento
del Príncipe escarlata.